DOS FORMAS CORPORALES SE ASOCIAN CON UN MAYOR RIESGO DE CáNCER DE COLON

La obesidad es la llave que abre la caja de Pandora en decenas de enfermedades. La acumulación excesiva de grasa en el organismo es un factor de riesgo que predispone a una amalgama de dolencias muy dispar, la puerta de entrada a patologías como la diabetes, las cardiopatías, algunos problemas neurológicos, trastornos de salud mental o cáncer. Pero no todo el exceso de adiposidad impacta de la misma manera. Una investigación internacional, publicada este viernes en Science Advances, afina esa lectura del impacto de la obesidad en cáncer colorrectal e identifica, en concreto, dos formas corporales que se asocian con un mayor riesgo de este tipo de tumores: de cuatro subtipos de adiposidad descritos, las personas con obesidad generalizada y aquellos individuos altos con un exceso de grasa específicamente concentrado en la zona abdominal, presentan más peligro de desarrollar estos tumores.

El cáncer colorrectal es el tercer tumor más frecuente y la segunda causa de muerte relacionada con esta enfermedad en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS): se estima que en 2020 hubo casi dos millones de nuevos casos y 930.000 fallecidos a causa de esta dolencia. Aparte de la edad, la obesidad es, junto a otros hábitos de vida como el tabaquismo o el consumo de alcohol, uno de los principales factores de riesgo. Las personas con sobrepeso y obesidad —que se identifican con un índice de masa corporal (IMC) por encima de 25 o 30, respectivamente— tienen más probabilidad de desarrollar este tipo de tumores, y la comunidad científica se centra ahora en definir con la mayor precisión posible esos perfiles de riesgo. “Ahora, lo que se usa como marcador antropométrico de salud es el IMC y, aunque funciona muy bien y es fácil de calcular, también presenta algunas limitaciones: por ejemplo, con el IMC podemos tener individuos con mucho peso, ya sea porque tengan una acumulación de adiposidad muy alta o porque es gente que tiene un desarrollo muscular muy grande. Y esto, metabólicamente, es muy distinto y puede derivar a enfermedad o no por distintas vías moleculares. Por eso ahora se intenta desarrollar nuevos índices antropométricos que nos ayuden a caracterizar esto de una forma más global”, explica Laia Peruchet-Noray, primera autora del estudio e investigadora en la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés).

Investigaciones previas de su equipo ya habían identificado fenotipos de la forma del cuerpo que se asociaban con mayor riesgo de padecer hasta 17 tumores diferentes. Y ahora, en otro nuevo estudio, profundizan en el contexto del cáncer colorrectal: “Que la obesidad está asociada con cáncer colorrectal es algo que ya está bastante asumido en ciencia. Lo que nosotros quisimos hacer es intentar buscar si los diferentes subtipos de adiposidad se asociaban de distinta manera al cáncer colorrectal”, señala la investigadora.

Los científicos caracterizan a los participantes —emplearon una cohorte de cerca de 330.0000 participantes del Biobanco del Reino Unido (3.728 de ellos con cáncer colorrectal)— según cuatro patrones corporales, basados en seis índices antropométricos distintos (el IMC, el peso la circunferencia de la cintura y la cadera, entre otros). “Al final, obtenemos cuatro formas del cuerpo distintas que son independientes, pero complementarias entre sí”, apunta Peruchet-Noray.

Es decir, que se establecen cuatro formas de cuerpo numeradas —1, 2, 3 y 4— y a cada persona se le asigna un valor en función de su similitud con cada una de ellas. Y según este valor, “si es más alto o más bajo, su riesgo de cáncer colorrectal va a cambiar”, explica la investigadora. Los resultados revelaron que la forma número 1, que caracteriza a individuos que acumulan adiposidad de forma más global en el cuerpo, estaba asociada al cáncer colorrectal. Este mismo vínculo se vio en el fenotipo 3, que describe personas altas con grasa abdominal. “El fenotipo 2, por ejemplo, que son individuos altos que no acumulan adiposidad en general, parece que no está asociado al cáncer colorrectal. Y, el fenotipo 4 sería gente más atlética, porque tiene un alto peso, pero no tanta adiposidad abdominal; y teorizamos con que su peso viene dado del músculo y no tanto de la acumulación del tejido adiposo”, concreta la científica.

Los investigadores matizan que todos sus hallazgos se enmarcan en una asociación, no en causalidad. Es decir, no significa que todas las personas con los fenotipos 1 y 3 vayan a desarrollar cáncer. “Hay que tener en cuenta que la población en general tiene un riesgo basal a una enfermedad, que normalmente es la prevalencia: la prevalencia que encontramos de una enfermedad de una población es el riesgo básico que tiene cualquier individuo y en el caso del cáncer, aunque sean enfermedades escandalosas, el riesgo general es bajo”, contextualiza Robert Carreras, coautor del estudio y científico del Instituto de Investigación Biomédica de Girona Doctor Josep. Y prosigue: “Nosotros hemos encontrado, cuando hacemos estos estudios de asociación donde observamos riesgos relativos superiores a uno, que el primer fenotipo de obesidad general tiene un riesgo relativo de 1.13. Esto quiere decir que una persona que tenga valores elevados de este parámetro tiene un 13% más de probabilidad que la basal, pero multiplicar el riesgo basal por 1.13 no significa que, de repente, de una cierta predisposición se pase a una determinación. Una cosa es la asociación y predisposición y otra la determinación”. En el caso del fenotipo 3, el riesgo añadido es del 9%.

Pero Peruchet-Noray insiste en que “no toda la gente que tiene un valor alto de forma del cuerpo 1 o 3 va a desarrollar cáncer colorrectal”. “Lo que pasa es que esto es como una lotería y entonces, cuantos más números compras, más probabilidad hay del que te toque y tener un valor alto de la forma del cuerpo número 1 o 3 es haber comprado algunos de los billetes. Hay otros factores de riesgo, algunos conocidos y otros que aún estamos investigando, que te da como más probabilidad de desarrollar el enfermado”, enfatiza.

La investigación también caracterizó, a nivel genético, los cuatro fenotipos y encontró que el origen de esa adiposidad es distinta según la forma corporal. Las vías moleculares que operan en el fenotipo 1 son diferentes a las responsables en la forma corporal 3. Carreras admite que todavía desconocen qué vías se activan para encaminar cada uno de los fenotipos de mayor riesgo a terminar desarrollando un cáncer, pero sí han profundizado sobre “cómo se generan esos fenotipos”. La forma corporal 1, que describe una obesidad generalizada, “se genera por una actividad de expresión genética en el cerebro, del tejido neuronal”. Y de ahí, los científicos interpretan que esa acumulación excesiva de grasa está asociada al comportamiento, “tanto de dieta, de adicción a comidas, como de ansiedad, saciedad, alcohol…”. En el caso de la forma corporal 3, en cambio, la clave no está en el tejido neuronal, sino en el adiposo. “Teorizamos que lo que sucede es más a nivel metabólico y no tanto a nivel de comportamiento”, expone Peruchet-Noray.

Abordajes preventivos distintos

Estos hallazgos diferenciales en la expresión genética invitan a replantear los abordajes preventivos en cada caso, señala la investigadora: “Esto nos abre las puertas a un posible tratamiento más personalizado. Si tú puedes saber si la fuente de la obesidad de una persona es, por ejemplo, debido al comportamiento, porque esa persona es más ansiosa, pues igual para parar el crecimiento de esta adiposidad, este individuo debería tomar medidas más a nivel psicológico. Pero esto no va a ayudar a la obesidad de una persona que está más caracterizada con la forma del cuerpo número 3. Al final, nos ayuda es a ser más asertivos con la estrategia preventiva para cada individuo”. Carreras va todavía un paso más allá: “En futuros estudios, si sabemos qué genes se sobreexpresan o se infraexpresan para determinar un tipo u otro de obesidad, si somos capaces de tocar las teclas justas, se podría, a través de algún tipo de terapia, hacer un abordaje preventivo para el incremento de peso”.

Ramón Salazar, jefe del servicio de Oncología Médica del Instituto Catalán de Oncología de L’Hospitalet (ICO), admite que, desde el punto de vista clínico, se suele ser “escéptico respecto a los estudios epidemiológicos”, pero esta investigación, en la que no ha participado, “se ha hecho muy bien”, asegura: “Han sofisticado la manera de medir un efecto que ya casi nadie ponen en duda: que la obesidad incrementa el riesgo de cáncer. Han identificado dos tipos de obesidad antropomórfica donde hay un aumento de cáncer de colon y lo validan mediante un estudio genético”, apunta.

El oncólogo admite que estos hallazgos concretos no tendrán implicaciones a corto plazo en la práctica clínica, pero “sí añaden un punto más de evidencia a la hipótesis de que la distribución de grasa corporal puede aumentar el riesgo de cáncer debido a un desbalance metabólico en los tejidos”. Con todo, Salazar recuerda que el desarrollo del cáncer hay un punto importante de “aleatoriedad”. “Hay causas incontrolables que explican hasta el 50% de los tumores. La lotería genética. La mala suerte”.

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